Qué es el síndrome de la impostora

El síndrome de la impostora es esa sensación de que en realidad no eres tan competente como piensan otras personas. Como si hubieras logrado engañar a todo el mundo y fueras la única que sabe que no vales tanto como puede parecer desde fuera. Y eso te hace sentir una impostora y tener la sensación constante de que en cualquier momento se van a dar cuenta de que en realidad eres un fraude. Algo que es muy común en mujeres emprendedoras.

Las mujeres que conviven con este síndrome, tienen constantes dudas sobre sí mismas y sus capacidades, una sensación de fraude intelectual que anula cualquier sentimiento de éxito o prueba externa de su competencia. (Harvard Business Review).

Fueron Suzanna Imes y Pauline Rose Clance las primeas en utilizar este término en los años 70. Y aunque en un primer lugar fue aplicado a mujeres en puestos de responsabilidad, se ha descubierto que es una experiencia común a muchas mujeres sin importar el estatus social, la experiencia laboral, su grado de habilidad o el nivel de estudios que tengan.

El Síndrome de la impostora va de la mano de un perfeccionismo exagerado y muchas veces es la causa de sentimientos de estrés, ansiedad, falta de seguridad en una misma y escasa motivación.

¿Cómo reconocer en ti los síntomas del síndrome de la impostora?

Aquí tiene algunos de los síntomas más característicos del síndrome, que tal vez puedas reconocer en ti misma:

  • Dudar de ti constantemente, de tus capacidades y habilidades, de tu juicio, etc.
  • No ser capaz de evaluar tus capacidades y habilidades de manera objetiva.
  • Siempre atribuir el éxito a factores externos como la suerte, una ayuda externa, la casualidad.
  • Atribuir siempre el fracaso a factores internos como tu falta de capacidad o preparación, tu torpeza…
  • Tener miedo a no estar a la altura de tus propias expectativas o las expectativas de otras personas.
  • Una tendencia hacia el autosabotaje.
  • Marcarte metas imposibles de conseguir y luego decepcionarte y machacarte por ello.
  • Tener un diálogo interno hipercrítico y con un claro automachaque.
  • Sentir que nunca tienes la suficiente formación o experiencia para sentirse experta en tu área.
  • Dificultad para valorar tu trabajo y poner precios justos. Lo que te lleva infravalorarte y cobrar menos de lo que deberías por tu trabajo.
  • Tendencia a hablar de ti misma de forma negativa, desvalorizar tus logros y hacerte de menos. Pedir disculpas constantemente sin necesidad.
  • Sentir que eres un fraude o que estás “engañando” a las demás personas.
  • Necesidad de prepararte en exceso para cualquier reunión o formación que tengas.
  • Procrastinar situaciones que suponen un reto para ti como una entrevista para una mejora laboral, renegociar tu salario, una reunión comercial en la que tengas que venderte, etc.
  • La sensación de que tienes que dar siempre más para compensar, esforzándote muchísimo, sin medir las horas de trabajo y acabando agotada.

¿Por qué nos afecta más a las mujeres?

  • Las mujeres somos educadas de forma diferente y nuestra experiencia en el entorno laboral es también muy diferente. Así que lidiamos con otro tipo de problemas en nuestro día a día.
  • Las mujeres tenemos una menor autoconfianza percibida. 
  • Desde una tierna edad, se considera que los niños son más inteligentes y a las niñas son más aplicadas, así que recibimos el mensaje de que tenemos que trabajar mucho más para conseguir las mismas cosas. 
  • A menudo los logros de las mujeres son desestimados en el entorno laboral.
  • No encontramos referentes femeninos de éxito en la mayoría de los ámbitos.
  • Existen estereotipos dañinos como el de la superwoman que provocan que nos marquemos objetivos y metas imposibles de alcanzar.
  • Comparamos nuestro desempeño con el de nuestros compañeros como si estuviéramos en igualdad de condiciones, sin tener en consideración el reparto desigual de tareas en el hogar, la carga mental, etc. lo cual nos pone en una situación de desventaja.
  • La sociedad exige a las mujeres que sean perfectas, algo que se interioriza y se convierte en una enorme autoexigencia.

Cómo podemos superar el síndrome de la impostora

  • Lo primero es empezar a ser consciente de que nos ocurre y poco a poco ir aprendiendo a convivir con estos sentimientos y pensamientos difíciles.
  • Trabajar nuestra autoestima y autoconfianza.
  • Tener en cuenta la perspectiva de género y cómo esto nos afecta.
  • Poner en valor nuestra experiencia, nuestra forma única de trabajar y todo lo que aportamos a la ecuación.
  • Te recomiendo la lectura de El síndrome de la impostora de Elisabeth Cadoche y Anne de Montarlot